"Disciplina versus Desidia"
Actualizado: 3 may 2020

Ya sé, las dos son palabras difíciles de usar en nuestro diccionario cotidiano. Inclusive, nos da miedo de pronunciarlas en según qué conversaciones. Además, equivocadamente, asociamos la disciplina sólo al ejército o la iglesia y la desidia al gobierno.
No obstante, ambas son actitudes clave en nuestro aprendizaje como personas.
A menudo, la disciplina te lleva a avanzar y crear; en cambio, la desidia te puede llevar a retroceder y destruir. Simple o complejo, se trata de preocuparse y ser ordenado o de abandonarse y ser negligente.
La desidia es una actitud de dejadez, descuido, desinterés e inercia, que lleva a abandonar a quien la siente, sus asuntos y/o su propia persona o sus responsabilidades.
La disciplina consiste, en cambio, en el método por el cual se guía e imparte un saber a una persona o grupo de personas para que sigan un código de conducta o desarrollen habilidades y/o actitudes.
No obstante, la desidia no se traduce siempre en ser apático, ni ser desconfiado. Ni la disciplina te conduce directamente a ser empático y ser una persona confiable y comprometida. La disciplina por si sola puede llegar a ser exclusiva si no contempla la comprensión de quién no cumple y por qué no lo hace.
Ciertamente, estoy algo confundido y necesito escribir ejemplos de cómo dejar a un lado la desgana e inapetencia y ser mejor persona de una forma dócil y educativa.
Como casi siempre, empezaremos con las tareas sencillas, aquellas que dependen de nosotros mismos, como pueden ser estas seis:
Haré cada día mi cama
Lavaré mis trastes
Guardaré la ropa en su lugar
Iré a comprar alimentos frescos y cocinaré de vez en cuando
Cuidaré mis plantas
Conduciré respetando las normas y con respeto hacia los demás conductores y peatones
Te darás cuenta rápidamente que estos hábitos te introducirán en el mundo de la confianza y la empatía, y por consiguiente serás más feliz.
Te animo pues a que las hagas diariamente, y dejarás a un lado las terribles consecuencias de la desidia.