¿Cuál fue el último acto de amor que realizaste en tu trabajo? ¿Lo recuerdas?
¿Qué hiciste? ¿A quién lo dedicaste? ¡Cuéntanos!...
No me refiero al amor romántico (que también lo hay), sino al amor universal. El de ‘dar y hacer a los demás lo que quieres que te hagan a ti’; en la oficina, en el taller, en la tienda, en el campo, en la calle; tal y como leemos en diversas escrituras religiosas a lo largo de todo el mundo.
Practicar el valor del amor en tu trabajo o en tu negocio, no es una tarea trivial. Necesita algo más que una sonrisa, un trato amable o unos ‘buenos días’.
Hay quien, lamentablemente, lo confunde con ‘amor al trabajo’. ‘Yo amo mi trabajo’ – decimos orgullosamente cuando trabajamos en algo que nos gusta -. Aunque todos sabemos que amar el trabajo no es lo mismo que amar en el trabajo. Tener orgullo de pertenencia a tu empresa, no es un ejemplo directo de acto de amor a los demás. Puedes amar mucho tu ocupación, incluso sudar la camiseta todos los días del año, pero no hacerlo a tu jefe o a una determinada colaboradora, por ejemplo.
Amar en el trabajo, es amar a los que interactúan contigo. Es practicar un principio parecido a lo que haces en casa, con tu pareja, tus hijos, tus padres, tu familia, con tus amigos, tus vecinos o tu comunidad. Amar universalmente es aceptar a todos, desde el príncipe hasta el pobre, sin dudar ni juzgar, ni pedir ni esperar nada a cambio.
Pero, ¿Qué puedo hacer para ayudar a mi equipo, a mi gerente, a la persona que limpia mi espacio cuando me voy a casa? ¿A mis clientes? ¿Al dueño de la empresa? Sin duda, la respuesta está en el amor.
Sobre todas las cosas, este tipo de amor es consciencia, son intenciones y voluntad. Se trata de comprender a los demás. Y, sobre todo, de agradecer infinitamente su colaboración. Para amar en el trabajo hay que estar presente, y no sólo físicamente. Precisamente la ausencia sentimental y emocional contiene los elementos clave para el desamor, tales como la arrogancia que provoca ser ignorante, o la desconfianza que puede desencadenar y acabar en odio, o incluso el miedo a hacer algo nuevo, donde la apatía o la desidia son los primeros síntomas.
Hay que ser amable, y no sólo parecerlo o hacerlo porque te hayan tratado con amabilidad anteriormente. Y exteriorizarlo con mucho humor (faltan varias dosis de humor en las organizaciones), simpatía y, por supuesto, empatía. Ayudar a crecer a tus colaboradores, clientes, proveedores, es un acto de amor. Como también lo son, potenciar las fortalezas y virtudes de tus compañeros y equilibrar el bien común con las necesidades de cada individuo. Incluso decir a alguien cosas que preferiría no escuchar o invitarle a un curso para corregir sus comportamientos, también son actos de amor.
Desde que iniciamos nuestro programa formativo, hace ya cuatro años, ‘Donde el trabajo es amor’, cada nueva experiencia nos confirma la necesidad de mucho más amor en nuestros lugares de trabajo. Escuchamos, desafortunadamente, opiniones que denotan algo más que una falta de entendimiento ocasionado por distintos tipos de personalidad.
Constatamos que las organizaciones que impulsan a practicar actos de amor en sus lugares de trabajo, son más éticas y sus trabajadores más felices, dando un empuje consistente a sus resultados económicos. Como escribió Bill O’Brien, - para transformar el carácter de una organización necesitamos de un principio fundamental en las relaciones humanas como es el amor -.
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